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sábado, 29 de diciembre de 2012

270.

Lancemos luces al cielo, por todos aquellos que ya no están, por los amores que no pudieron seguir, por las amistades que todavía duran y por las amistades que pronto acabaron. Por los sueños que cumplimos, nunca  nos veremos capaces de cumplir y los que cumpliremos. Por soñar, por la paz en el mundo, por una noche de sexo, por los mejores labios que nos han besado. Por ser defraudados y por defraudarnos. Por sentir que estamos vivos en esta mierda que no sabemos bien lo que es.

269.

Y te quería, siempre lo habría hecho.
''Guess she gave you things I didn’t give to you. I hoped you’d see my face and that you’d be reminded, that for me, it isn’t over. Nevermind, I’ll find someone like you. I wish nothing but the best for you too. Don't forget me, I beg. Bound by the surprise of our glory days. Regret’s and mistakes they’re memories made. Who would have known how bittersweet this would taste? Sometimes it lasts in love but sometimes it hurts instead.''

miércoles, 26 de diciembre de 2012

268.

La brisa en mi rostro me recordaba que todavía estaba viva. El recuerdo de la ropa que llevabas el día que nos conocimos no había sido todavía borrado de mi desastrosa mente. No tenía tabaco ni dinero para comprarlo en algún estanco cuando vi a un señor ,que pedía delante de la Iglesia de San Pablo, con un cigarro en la mano. No me lo pensé dos veces cuando fui hacia él para pedirle uno de esos que hacían que todo se volviese más calmado y pudiese huir tan solo uno o dos minutos de la realidad que odiaba. Me lo dio y me sentí en deuda con él aunque solo pude darle 10 céntimos en aquel momento, me deseo unas felices fiestas, ja, que ingenuo, para mi las fiestas siempre serían malas. Yo en cambio, le desee que fuese feliz a lo que él me correspondió con una sonrisa. Durante veinte segundos me sentí menos vacía. Ojala fuese tan fácil hacerme sonreír, ojala fuese tan fácil hacer sonreír a las personas.

domingo, 9 de diciembre de 2012

267.

Me encontraba de pie enfrente a algo que parecía un espejo. Físicamente estaba allí, pero mentalmente moría en melancolía. Bueno, melancolía y un extraño mareo seguido de unas nauseas horribles. No lloraba, es más, me reía. Me reía de mi, de todo lo que había hecho y de como había hundido mi vida de tal manera que, no sabía salir de aquel abismo. Me vi obligada a tirarme en el suelo porque sentía como todo se tambaleaba. Allí estaba, sobre mi abrigo, pero tampoco comencé a llorar. Grité. Como nunca, pidiéndole al aire el derecho de que las cosas fueran a mejor, sabiendo que no iba a obtener respuesta. Y así fue, silencio. Me puse los cascos, busqué alguna canción triste y cuando sentí que estaba mejor, huí. Salí corriendo de aquel baño y entré en la primera cafetería que vi vacía. Recuerdo aquel café con leche que pedí, lo caliente que estaba y lo mucho que ayudo a mi mente a centrarse. Cuando salí de ahí me pregunté cual sería mi próxima parada y recordé que el Opencor estaría abierto y así podría coger otro café, de estos fríos. Y así fue, yo con mi sudadera negra, en un banco, tomándome ese café, me di cuenta de que todavía estaba viva, de que no podía rendirme como había pensado anteriores veces. Que lo mío era eso de vivir dos días, morir y resucitar al siguiente. Morir y resucitar y comenzar a aprender a ser fuerte, señores.