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miércoles, 26 de diciembre de 2012

268.

La brisa en mi rostro me recordaba que todavía estaba viva. El recuerdo de la ropa que llevabas el día que nos conocimos no había sido todavía borrado de mi desastrosa mente. No tenía tabaco ni dinero para comprarlo en algún estanco cuando vi a un señor ,que pedía delante de la Iglesia de San Pablo, con un cigarro en la mano. No me lo pensé dos veces cuando fui hacia él para pedirle uno de esos que hacían que todo se volviese más calmado y pudiese huir tan solo uno o dos minutos de la realidad que odiaba. Me lo dio y me sentí en deuda con él aunque solo pude darle 10 céntimos en aquel momento, me deseo unas felices fiestas, ja, que ingenuo, para mi las fiestas siempre serían malas. Yo en cambio, le desee que fuese feliz a lo que él me correspondió con una sonrisa. Durante veinte segundos me sentí menos vacía. Ojala fuese tan fácil hacerme sonreír, ojala fuese tan fácil hacer sonreír a las personas.

1 comentario:

  1. Yo tambien me sentí así hace un tiempo, pero aprendí a sonreir y me dí cuenta de que no era tan difícil

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