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lunes, 2 de julio de 2012

192.

Sus gritos nuevamente traspasaban la puerta de mi habitación. Ni con el volumen de la música al máximo podía dejar de escucharla. Que tenía que recoger aquello y lo otro y lo de más allá. Era desesperante. Me gustaría coger el armario y tirárselo encima y más tarde la cama, la puerta, la estantería. Enterrarla profundamente para que me dejase en paz. Que lo que hago no es suficientemente bueno para mí, que podría hacer más cosas, que si como mucho me voy a poner gorda, que si como poco me voy a volver a anorexica. Nunca hay un término medio. Que si estoy fumando no me deja volver a la calle. Que si vuelvo muy pronto a casa no tengo suficiente vida social. Que si quiero una cosa soy caprichosa, que si no hablo algo me pasa. Que tengo que trabajar de lo que a ella le parezca. Que no vale de nada que sueñe. Que lo que yo quiero son tonterías. Por un día déjame ser yo misma.

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